Conmigo o contra mí, resulta ser la diatriba con la que han de manejarse los presidentes, ya sean de comunidades de propietarios, de empresas en crisis, o de clubes desnortados. El caso es que nunca va a llover a gusto de todos y siempre habrá quien se alinee a mi favor o en contra de mis decisiones, estén o no enfocadas correctamente, en un colectivo que a mayor consistencia, mayor subjetividad.
En todas esas formas de presidencia que destacamos arriba, surgen a menudo problemas que no pueden ser solubles en líquidos inflamables, siempre cercanos, a manos de pirómanos a los que les gusta el fuego más que las castañuelas. ¿Quién es Manos Limpias? Hay pocas dudas de lo que representa, del valor de las pruebas que aporta allí donde se presenta, de las insistentes maniobras para alcanzar protagonismo ante una Sociedad que se maneja, a las mil maravillas, entre mentiras y medias verdades. ¿En qué quedaron sus acciones en pro de una verdad atosigada de mentira? El TS lo absolvió, al no haber pruebas contundentes de que las "presiones" ejercidas en algunos procedimientos, no podían considerarse delictivas. Uno se pregunta si esa absolución no le ha dado "alas" para emprender de nuevo aquél camino iniciado en el mundo de la... ¿injusticia?.
Volviendo a los presidentes, y a su mal de altura sería para ellos mucho más edificante abandonar esa línea prepotente, ese pecado de soberbia que tantas veces les persigue, para adentrarse en una mayor empatía para con todos esos "propietarios" que solo pueden acudir a la reunión de final de año en cada Ejercicio, pero que viven sensibilizados con los problemas existentes y a quienes interesa poco los "chismes" partidistas que se mezclan en las escaleras de los bloques de viviendas. Un somero diálogo, una concreción de lo que, en tu vida diaria, eres capaz de hacer junto a quienes viven contigo y te aúpan o te defenestran, según el caso, para complicarte aún más las cosas.
Un ejercicio de equilibrio para una pseudo-profesión que también nos complica a todos.