jueves, 5 de junio de 2025

Tejido deshilachado

 

 

Siguiendo los procesos que pasa cualquier tejido, desde su fabricación a la más que posible permanencia al sol y las inclemencias del desierto de Atacama, confiando en su definitivo agotamiento, vemos cómo se van pronunciando éstos, tejiendo hilos y filamentos por millares, qué digo, por millones, hasta darles forma definitiva en vestidos, a disposición de una clientela siempre insatisfecha con poder cubrir su cuerpo de la mejor manera, sin escatimar en costes, salvo aquellos que se ven obligados a nutrirse en mercadillos, aunque no por ello también insatisfechos.

 

Los distintos formatos del textil, desde la seda al algodón, pasando por el poliester, naturales o sintéticos, se acomodarán siempre a lo que la clientela demande en cada momento y las grandes firmas de la moda elijan para sus desfiles. Todo muy en consonancia con la necesidad del ser humano en cuestión de vestimenta, que se hace absolutamente indispensable, aunque no así el carácter que pueda llegar a imprimir en las sociedades modélicas.

Todo lo anterior para hablar de semejanza con otros tipos de tejidos, asociados a la actividad productiva del ser humano, siempre dispuesta a la construcción de un ideal que, aunque nunca se logre, sí que inspira a creadores, que quieran emprender el camino del progreso, llegando a construir edificios sin techo, como ocurre, por cierto, en países islámicos donde nunca se terminan para que, según cuentan, los herederos prosigan. Nos estaríamos refiriendo a los diferentes tejidos empresariales que en las sociedades modernas, bien estructuradas, son la base sobre la cual se fundamenta todo.

Aplicado al contexto social, precisamente, es fácil observar que son estos tejidos últimos los que elaboran, en combinación con la fuerza del trabajo, cualquier material fungible pero también el no fungible en sentido menos práctico pero más sustantivo, a la hora de preparar el terreno útil en el que todo tenga que funcionar, con el mínimo coste posible, hasta llegar a ese punto máximo en que las cifras se desorbitan. Pero, hablando de tejidos, cuando se deshilachan y dejan de servir a un uso comedido, con rotos visibles o manchas permanentes, solo queda cerrar la fábrica y abrir otra nueva.

En ese punto siempre habrá quien se rehaga y comience de nuevo su andadura, sirviéndose de medios que tenga a su lado, también los políticos y los subalternos colaterales, que hacen posible, a base de dineros y beneficios no especificados, que todo siga igual para que nada cambie... 

¿Qué habría que hacer para reprogramar un sistema tan anticuado, basado exclusivamente en el dinero? 

  

 

Perfiles

 

 

No me entretendré ahora en la idea de si los partidos se molestan en verificar los perfiles de sus cargos o de sus militantes. Es tarea ímproba pero no por ello desdeñable, sobretodo cuando sean susceptibles de ejercer presión, bien sea de puertas afuera o adentro, me da igual. El caso es que sus actos van a depender en gran medida de lo que proyecten de cara a una Sociedad que les contempla.

 

A partir de ahí, quedará la exquisitez con la que poder formar grupos de gestión, pero si en ellos hay gente demasiado ambiciosa, lo que sería fácil de comprobar, poco reflexiva, o simplemente incapacitada para distinguir entre lo bueno y lo malo, simplemente también a efectos de interpretar, se iniciaría aquello que no comulgaría con cualquier ideario que pretenda, por encima de todo, un bien general al que hemos de someternos, como servidores públicos. Lo malo sería no entenderlo así, lo de ser servidores me refiero.

A diario nos topamos con discursos plagados de incultura, si no de mentira disimulada, así que si nos hiciéramos cuenta de lo que suponen, para la credibilidad de cuanto exponen, nos estaríamos haciendo un muy flaco favor para lo que como ciudadanos nos interesa.

En lo último, se ha visto mucha ambición, lo que sería altamente incompatible con una buena gestión.   

   

miércoles, 4 de junio de 2025

La inspiración

 

 

En estos momentos en que estamos todos faltos de inspiración y ante la carencia (casi infinita) de elementos inspiradores, que nos llegaban desde esa especie de mecenazgo que se terminó evaporando con la ayuda del descrédito en las instituciones, parece llegado el momento de buscarla por otros medios distintos, pero no desiguales, que refuercen la confianza en nosotros mismos, como únicos responsables de una reeducación beneficiosa.

 

Nadie puede sustituirnos, a excepción del profundo conocimiento que debería guiar nuestros pasos. Dejarnos caer en manos de quienes ni saben ni quieren, no puede ser la mejor ni la única opción posible. En esta lucha de todos contra todos, de la que nunca obtendremos nada positivo, lo que sí deberíamos sonsacar es que nuestra participación, como ciudadanos independientes, puede ser clave.

 

Y ello no va solamente de asistir a manifestaciones con pancartas y banderas sobradas de patriotismo, sino de asistir con interés a esa formulación nueva, que tiene que partir desde los principios, hasta completar lo que esté faltando en cuestión de obligaciones. La crítica ha de seguir existiendo, como pieza fundamental a la hora de reclamar soluciones, pero sin abandonar la propia exigencia de lo que nos corresponda como parte alícuota, siendo periodistas, uniformados, pintores de brocha gorda o taxisatas. Formamos parte de esas mismas instituciones de las que nos quejamos, pero si todo se le achaca a quienes las dirigen y administran, a la vista queda nuestra inoperatividad del día a día, tras observar cómo, con nuestras omisiones, se hacen y reproducen malos hábitos, sin ser capaces de ni siquiera denunciarlos.

Ese es un saco en el que metemos todo para que se sumerja hasta el fondo, sin que queramos verlo, asintiendo aquello que nunca se debería admitir en nuestra presencia, pero también interpretando en lo posible aquello que se nos esté ocultando. Cuando las bases claman y se las desoye, hay que empezar imponiendo el carácter necesario y desde lo más pequeño, para que no se nos acabe complicando la tarea todavía más y nos acabe sepultando en la miseria. Si no hay inspiración, tenemos la obligación de buscarla.