martes, 8 de abril de 2025

El lado oscuro

 

 

En un estadio de noche permanente, se ensombrece todo, también esa poca luz que sirve para encaminarnos hacia el lugar en el que obtener, al menos, ese mínimo que nos ha de ayudar a sobrevivir por el espacio.

 

Si lo desigual no constituye ya fundamento, sino que se adentra en el desprecio, fomentado desde las alturas, posiblemente acabemos inmersos en el aplauso a la uniformidad consentida, esa que asegura al mandamás cuando ve flaquear sus propósitos. Hoy, que se les sirve en bandeja de plata disposiciones tremendas, desde Supremos que se toman la Justicia para sí, como salvaguardia de poder omnímodo, nos movemos sin luces, como si hubiéramos entrado en ese lado oscuro en el que la presencia no es lo más importante, sino poder adivinar donde está la puerta de salida.

 

Los propósitos, que siempre han estado ahí, agazapados esperando el momento, se vinieron aprovechando ya desde hace muchos años, aunque los humanos, sin capacidad recordatoria, no conserven, como los animales, el sentido de autodefensa que les permite sobrevivir ante lo que pueda ser inevitable. Pero mejor continuemos por el lado autodestructivo, que inventar caminos más difíciles por los que descubrir el cielo que se nos niega de este mundo, reservado solo a los creyentes, que participan de su más mundana necesidad de salvación, huyendo de las novedades inseguras.

Conservemos las cerillas a mano para encenderlas, llegado el caso en el que la luz se pague y el lado oscuro se imponga... 

Home sweet home

 

 

Qué podemos decir de nuestra casa, cuando significa tanto en nuestra propia identidad y nos asegura, cuanto menos, ese confort que nos protege, en la intimidad de tanto riesgo venido de fuera y que acomoda nuestros sueños, cuando queremos inspirarnos a la hora de construir proyectos.

 

Es una idea general que nos procuramos los humanos, extensiva, cómo no, a la que también ocuparán los grandes líderes planetarios, con su mayor o menor boato, sintiéndose excluidos de la agotadora vida diaria que les hacen mantener, por el único placer de compartir imagen pública ante el resto, obligado a subsistir con lo que tiene, aunque con mucho menos lujo y con más carencias.

 

Hoy me quiero recrear en esas Casas Reales, que viven siempre con ese afán de protección sobre esos miembros que siempre podrían quedar expuestos a los innumerables peligros, que podrían llegar a afligirles en demasía.      


En particular la nuestra, la española, diseñada en exclusiva como coraza protectora, a la que se le han visto demasiadas fisuras que, de cara a los españoles, resultan un poco escandalosas de puertas para afuera, mientras que, para adentro, seguro que se verán eficaces por su estructura, muy poco traslúcida, casi opaca, pero desde luego diseñada en defensa de unos intereses que no coinciden a veces ni siquiera con los que serían apropiados para un país, que costea ampliamente todo lo que muchos consideraríamos excesos.

De vez en cuando, surge la sorpresa, lo inesperado, la foto que no puede ser evitada, la noticia que se escapa por momentos del control de los censores, la impertinencia del ilustre habitante de la Casa que hace de su capa un sayo y no se encomienda a nadie, con tal de lograr el objetivo deseado.

En fin, también allí, en ese tipo de casa particular donde las reflexiones son casi idénticas a las de cualquier mortal que la habita, lo habitual en defensa de lo propio, será poner de vuelta y media a cualquier competidor, censurar la extravagancia del primo o del abuelo que, sin consultar, consigue exponerse a lo que podría haberse evitado fácilmente, acabará siendo lo mismo que, en cualquier otra dirección, demandan las circunstancias, aunque sin todo ese lujo de facilidades pagadas.    

miércoles, 2 de abril de 2025

En la verbena

 

 

Como si hubiéramos convertido el mundo en una inmensa verbena, en la que sus atracciones se nos ofrecieran caras y, además, imposibles de detener, obligados a cogerlas en marcha, unos cuantos atrevidos, dispuestos a hacer lo posible para descerebrarnos, se reúnen en concilio para conformar todo lo que ha de venir en un inmediato futuro, prescindiendo de los demás, a la hora de echar a andar sus descabelladas soluciones, intentando arreglar (según ellos) una situación que quieren revertir a su modo, deshaciendo lo que ya estaba hecho con instinto suicida.

 

Se van despejando las incógnitas al otro lado del Atlántico y la desconsideración de aquellos líderes del Norte, sobre su propia gente, no deja de sorprendernos a quienes, siendo legos en economía, sin embargo sabemos lo que hay que trabajar cada día para sobrevivir, con las tareas siempre pendientes del hilo que sostiene la marioneta en que nos han convertido.    


Los norteamericanos de a pie, que están aprendiendo deprisa de qué manera poder solucionar en privado todas las estrategias que se proponen viven, entre expectantes y desconfiados, la imparable fuerza de un destino que se les antoja por lo menos complicado y con esas puertas que se van cerrando tras ellos, para adentrarse en esa habitación del pánico en la que hasta lo más fácil va a ser complicado. El todos contra todos, en sucesivas andanadas, haciendo caso omiso de los que de verdad saben, que ponen en cuarentena unas facilidades que nadie cree, en cuestión de mejoras.

Que los multimillonarios de allá pierdan algunos millones, implica nada en su trayectoria. Seguirán ufanos en sus conquistas espaciales, en sus demostraciones calcadas de bajo interés cultural, debajo de las que se asoman las más grandes carestías, para convertirse en simples seres humanos. 

Habrá que esperar a ver cómo se van proyectando, en su particular mundo, los también particulares deseos de conquista y en qué se irán convirtiendo de cara a esas vidas que les son ajenas y que contribuyen, cada día, a hacerles más ricos, pese a lo que nos están organizando. 

Mientras, refugios y kits de salvación, se nos van a seguir ofreciendo como solución drástica.