martes, 27 de mayo de 2025

Objetivo: el desmarque

 

 

En el fútbol, los entrenadores ensayan métodos para anular a los gambeteadores, que hacen de sus equipos los líderes de las Ligas. En mis dilatados años de vida he podido ver buenos defensas, reconocidos amos del balón, dispuestos a cerrar del todo sus avances para alcanzar el preciado gol. Sabían que tenían que oponer, a los lances del habilidoso contrario, otras tantas características de distinta índole, aunque también sobradas de inteligentes formas en competencia, es decir, intuyendo por donde circulará el balón y sobre todo la agilidad necesaria para contrarrestar el regate.

 

En política, cuando vienen mal dadas y lo hacen siempre, independientemente del partido que las sufra, se prepara una batería de medios dispuesta a contrarrestar también los efectos nocivos de cualquier envite, del que salir, si no bien parado, al menos sin lesión de gravedad, que después el gol, si te lo han de marcar, es solo un episodio del lance. Pero claro, no es lo mismo perder por uno que por cuatro o cinco goles, aunque antes se haya hecho lo propio con el contrincante en otro tiempo vencido.

 

No hay día en que no aparezcan noticias de praxis incorrectas, cometidas en el transcurso de una vida pública que es incapaz de sobreponerse a una corrupción latente. El objetivo de este Blog, desde que se iniciara en el 2013, fue ahondar en busca del buen gobierno y la integridad, cuyo objetivo se está viendo mermado por la confluencia de actos, de peor calado, con instituciones salpicadas por historias que no siempre dejan bien a sus instructores, lleven uniforme o no, se decanten o no por los colores que están en liza.

No es menester poner en tela de juicio lo que se hace en pro de la legalidad, pero siempre y cuando las razones objetivas queden del lado honesto y no se ladeen, por mor de lo que piensen y actúen, los más altos cargos de esas mismas instituciones, tengan la consideración que tengan. Y nos remitimos a las pruebas regaladas por los mandos, en aquella luctuosa noche en que fallecieron los números, titulados así por quienes saben hacer de menos sus implicaciones.

¿De quién o de quiénes deberíamos fiarnos? No es fácil encontrar la respuesta, si es que se introducen muchas más constantes de las previsibles, derivadas de actuaciones que rayan ilegalidades.

Ver ahora en televisión, a empresarios indecentes, cómo intentan lavar su cara con más caradura de la permisible, me resulta indignante, sobretodo cuando son convocados para que sirvan de arma arrojadiza contra un gobierno que, aunque lo haga mal, representa a una Sociedad que intenta, por todos los medios, salir del más profundo agujero. Y desmarcarse no es, desde luego, lo que esperamos los ciudadanos.  

lunes, 26 de mayo de 2025

Liderazgos

 

 

De Milei a Maduro, de Macron a Orban, de Zelensky a Von der Layen y no digamos de Trump a Putin, tenemos unos líderes que, en terreno patrio, de Sánchez a Feijóo no han cubierto nuestras expectativas. Pero lo más gordo es que de ellos para abajo, en esa proyección descendente, ni siquiera ha aparecido nadie que pueda predecir cambios, con lo que la deriva que, en lo popular, pudiera suscitar desconcierto, solo consigue desafección y mal pronóstico, cara al futuro, sin que todos esos lobbys que se encuentran detrás hagan algo por mejorar el panorama, más bien van solo a lo suyo, que es prodigarse en beneficios, con lo que el Gran Mercado Global alcanza cotas inverosímiles, si no fuera por las migajas que caen de sus mesas, haciendo posible que las clases medias se alboroten al no ver mayor consistencia.

 

Las manos que nos dirigen juegan a parecer más que a ser, mientras aumentan las víctimas colaterales que producen sus desvaríos, con un Netanyahu a la cabeza, que cada día tiene más claro a dónde quiere llegar aprovechando los graves errores de unos enemigos que más bien parecen propulsores de su propia desgracia. Toda una cohorte de "simpatizantes" que aplauden o callan, según el momento, atendiendo a valores más particulares que cooperativos, sin que aparezca en el horizonte cualquier posibilidad de mejora.

En qué cajón de sastre poder encontrar valores que garanticen cambios, nos preguntaríamos, en un afán por participar de algún modo en lo que nos viene dado. La respuesta no puede ser más desmotivadora, en medio de una corrupción global que abarca incluso a quienes deberían garantizarnos seguridad, en medio de Normas inagotables, que se incrementan cada día y con resultados poco tangibles.

En cambio sí que saben protegerse de lo que les pueda venir, calibrando de qué manera puedan estar más seguros ellos. Conciencias desarmadas, poderes omnímodos, recursos devastados y todo un sinfín de perjuicios que, previsiblemente, no acabarán redundando en interés general de los súbditos que, al final, es en lo que no hemos convertido...

¿No hay quien pueda iluminarles en su meteórica carrera, cuando los que vienen detrás no auguran mejores perspectivas?.

 

 

Ciudadanos politizados

 

 

No creo que sea del todo correcto asegurar que los ciudadanos no estamos interesados en la política, pues sí que lo estamos aunque no en la forma que gusta a los políticos. Si observamos que la afiliación a los partidos es muy escasa, igual que a los sindicatos, estaríamos afirmando una obviedad pero que no se corresponde en la calle, respecto al regusto existente por la participación, pero a escala reducida, en ambientes próximos, en los que hablamos de todo y por los codos.

 

Otra cosa es que procuremos reservarnos, en lugar de andar desperdiciando por ahí nuestro verbo erudito, que sabe distinguir entre quienes lo están haciendo mejor y quienes merecerían un próximo castigo en las urnas, de cara a unas nuevas elecciones. Algunos se atreven en público, a la hora del desayuno en el bar, mientras los tertulianos proyectan en la tele sus razones, cargadas por completo de interés y maledicencia.

Aquí nos gusta sacarle punta al lápiz, con el ánimo puesto en destripar aquello que en particular no nos interese y queriendo llevar nuestra ascua a la sardina, aún a sabiendas de que lo que decimos no es del todo cierto y que nuestros objetivos, clavados en imágenes públicas, han de sufrir, con suficiente escarnio, todos los sinsabores que nos produzcan sus actos.

Díaz Plaja nos ilustró con aquél libro El español y los siete pecados capitales donde quiso dar cuenta de lo relacionado entre nuestra naturaleza y nuestros defectos, bajo el punto de vista religioso que por aquél entonces, allá por los 80 del siglo pasado, con la religiosidad mejor "entendida", trataba de calificarnos a cada uno. Muchos de ellos aún perviven y es como la herencia que les hemos dejado a quienes nos tienen que heredar en todo.

Un repaso nos lleva a la sonrisa, pero también a explicarnos dónde residen nuestros posibles enredos.