Es el dilema al que nos está sometiendo a todos un grupúsculo que, como Junts, interesa a la mínima parte de los catalanes, que reivindica derechos de estado, cuando ni siquiera saben cómo se ordena y a quiénes corresponde ejercer en democracia, cuando la debilidad obliga. Juntos por Cataluña, pero independentistas sin futuro, en una etapa en la que, a pesar de conseguir entrar en el Gobierno, solo persiguen lo posible para hacerle descarrilar, en medio de un ideario trasnochado y ramplón, con reminiscencia de pasados siglos, cuando el viudo Ríus hacía de las suyas entre huelgas y pasiones políticas, en una obra de ficción representativa de la época.
Como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer, solo sirve para el incordio, pero dejando claro que van a seguir utilizando su franja de poder en el catalanismo solo para hacerse notar y servir a Puigdemont permaneciendo en Bruselas el tiempo que considere oportuno hasta hacerse indispensable, gracias al puñado de separatistas fanáticos que, ni pueden ni saben, convencernos de sus, para ellos, magníficas oportunidades que ofrecen, sin reconocer las mermas que sus siglas han venido soportando desde la irrupción de Illa en Cataluña.
Todo lo acontecido en este país, desde que nos iniciáramos en el siglo XXI, no ha hecho sino confirmarle al mundo que, la mayoría de edad en democracia, no pasa todavía por los momentos de altura que podría suponérsele y tendremos que esperar más para que, entre todos, podamos diseñar el futuro que nos interesa. Si ese, entre todos, se nos pone tan cuesta arriba como parece, si las minorías, todavía arrinconadas, no logran superar, con ambición, pero sin exigencias, ese espacio al que las tienen por propia iniciativa desterradas, no haremos sino ahondar en divisiones perpetuas.
De participar que el bipartidismo ya estaba superado, hemos pasado a una especie de regeneración en la que manda la derecha, con menos prejuicios y más indecencia, donde el dinero juega una baza importante, tanto que, el anhelo de muchos de los que no lo tienen, no dudan en cambiarse de bando, haciéndose a la idea de que ganarán más que atendiendo la línea (utópica) del progresismo sin salida.
En ese "impasse" nos encontramos, en mi opinión, y sin querer ser maximalista...