Desolador, pensar siquiera que el mundo no tiene arreglo, como si se tratara de una maquinaria que habría que terminar arrinconando a su suerte, para que el orín u óxido hicieran su efecto. Si, una reflexión muy simple si quieren, pero que quiere enlazar con la responsabilidad de cada cual, en la conservación de esa maquinaria que estaría a nuestro cuidado.
Si te dejas guiar por lo que esté pasando, por toda esa serie de cosas horribles, por todas esas guerras que matan, por todos esos personajes malignos que encierran en sus mentes destrucción y odio, contando con el poder suficiente como para destruir tres mundos a la vez, podrías acabar enloqueciendo. Así que, una de dos, o te evades por completo, cosa harto difícil cuando en tu camino se interponen situaciones incontrolables, o procuras involucrarte en las mejoras que organiza ese otro mundo responsable que, hoy por hoy, sigue siendo mayoritario.
El aspecto positivo acaba tomando preponderancia, a pesar de lo que parezca decir la información que se nos suministra, producto de una necesidad impostada por los medios de comunicación, obligados a llenar las páginas de los periódicos, a completar los telediarios de las televisiones. Pero no debemos confiarnos a la suerte, y menos a la vagancia, pensando que habrán de ser otros quienes se apliquen. Los buenos datos no hacen más que confirmar que los avances no cesan, que la medicina, por ejemplo, sigue alcanzando cotas que parecían imposibles, que la juventud se hace poderosa a partir del conocimiento, que la diversidad se va imponiendo frente al totalitarismo que quiere marcar reglas insolidarias, que quiere hacer del mundo la exclusividad para unos cuantos.
No todo está perdido, ni mucho menos, pero hace falta que terminemos comprendiendo que las cosas no se hacen solas, que nuestras aportaciones, aunque mínimas, sirven para enjugar ganancias y desarrollan, además, los mejores principios sobre los que basar un futuro mejor que el presente, castigado en demasía por el óxido de la intemperie a la que vivimos sometidos.
No nos podemos dejar llevar por las malas noticias, hay que contrarrestarlas en lo posible con las que seamos capaces de introducir, despreciando malos modos, odios innecesarios, voluntades perversas... que nacen para alejarnos de una productividad necesaria.