Cuando se deja pasar la oportunidad de pasar a la Historia por algo trascendente, ocurre lo que le ocurrió a Pilatos, que lacónicamente prefirió lavarse las manos, antes de decidirse a tomar una postura cuanto menos conflictiva. Podría estar siendo el paradigma de muchos políticos, obligados ahora a definirse sobre lo que está ocurriendo en Gaza, lo que representa, indiscutiblemente, asumir un compromiso que no tendrá vuelta de hoja. Aquí, en España, se están dando casos dispares dentro de un mismo partido, aunque no por ello se sienta la vergüenza de un posicionamiento que causa escándalo, cuando previamente se buscan excusas (generalmente peregrinas) para quedar bien entre propios y extraños.
Lo ocurrido estos días pasados en la Asamblea de la ONU nos deja perplejos, ante un Netanyahu ensoberbecido, aunque se ausentara la mayoría del foro ante un discurso que, posiblemente, podría intuirse previamente. Todos los preparativos, todos los vetos a posibles discordantes, estaban cursados para no causarle molestias y, sobretodo, concederle la certificación de unos hechos probados, presentados como abiertamente imprescindibles en su labor de gobierno.
Por obra y gracia de Mr. Trump, su amigo del alma, el genocida se presenta en Nueva York con el rostro henchido y además dispuesto a convencer, sin pruebas, a quienes le aplauden a rabiar, movidos por intereses ocultos, integrantes de una caterva que no se separa de cualquier árbol que ofrezca la sombra necesaria para ocultarse en ella, y si esa sombra es amplia y potente, qué más da que me tilden de lo que yo mismo me aparto, con tal de seguir viviendo confortable y seguro. Al fin y al cabo, esos niños, esas mujeres que mueren a diario tienen, supuestamente, lo que se merecen, por ser familia directa de terroristas conversos, tras una pasión insufrible que llevan padeciendo y sin ningún remedio pacífico.
Mientras, de puertas para afuera, se aprovechan los saludos, las fotos formales, para mostrarle al mundo lo bien que quedan todos tras unos discursos de circunstancia. Trump también se quiere lavar las manos y ya le ha advertido al líder israelí que no consentirá que se anexione Cisjordania, aunque seguramente lo diga al tenerlo pactado previamente y no figurar, de momento, en la agenda.
Todos ahora se vuelven a sus casas, convencidos de haber hecho la buena obra del día, también los que presumen de estar del lado correcto, aún cuando muchos tengamos muy claro que solo hay uno posible y es el de estar a bien con tu conciencia.
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