No quiero ponerme pesado con la referencia, pero en estos momentos sí que debe valer mucho sentirse arropado a quienes sufren las penalidades provocadas por las iniciativas genocidas de un gobierno que no representa, para nada, los intereses del pueblo judío. Si las muestras de apoyo no cesan desde todas partes del mundo, si las organizaciones creadas en su momento para el auxilio de los vulnerables, no terminan de plasmar, en toda su extensión, aquello que conocen sobradamente y que nadie parece querer ultimar, ha de encontrarse una fórmula válida que, además de los discursos, complete definitivamente la solución de una paz duradera que no tenga que pasar necesariamente por imposiciones injustificables.
La respuesta de los EE.UU. sobre este conflicto, compromete seriamente a todos los norteamericanos que quizás no encuentren la manera de exigirle también a su gobierno que no puede atribuirse, porque sí, las tropelías de los otros sin aportar razones de peso que no sean parar la masacre. Seguramente no veamos, en toda su extensión, todo lo que se esté haciendo en el propio país por reparar lo ejecutado, obligando a Netanyahu a detener el aniquilamiento sistemático, pero la verdad podría resultar escandalosa para sus ciudadanos cuando carecen de objetividad para denunciar, como ya se denunciaron otras muchas causas anteriores, la barbarie en la que su gobierno, el gobierno de Trump, se arroga tan miserablemente.
Que toda esa mayoría de países en contra, les ponga roja la cara a cada uno de los norteamericanos que continúan aplaudiendo el genocidio, comporta mucha falta del buen sentido siempre atribuido también a cada uno, en momentos de crisis constante.
Se necesitan muchas más muestras de afecto hacia el pueblo palestino, desde el país que todo lo puede, y que no puede verse afectado, en su trayectoria, por tanta malicia acumulada.
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