sábado, 4 de octubre de 2025

Ejemplo de vida

 

 

Para muchos, Sarkozy quiso ser el ejemplo a seguir, de una derecha resuelta a mantenerse en el poder el máximo tiempo posible y conseguir con ello, además de popularidad, el sueño ególatra de cualquier ser superior que alcanza su mayor poder al frente de una república. Seguramente le falló la idea de creerse al margen de la justicia y con ello poder vivir como el gran Napoleón de nuestros días.

 

Pero la República francesa no es cualquier cosa, engloba demasiados derechos como para poder aislarlos desde su mayor poder constituido. Creerse por encima, hacer lo que te venga en gana, auspiciado en la dimensión más alta, para desde ella poder mirar a cualquier francés por encima del hombro, sin querer darle explicaciones, no le ha resultado bastante como para eludir al tribunal que le acusó de unos delitos tan graves como para ser enviado a prisión, como cualquier otro criminal, sin hacer ningún distingo.

 

La estrategia seguida ahora por el condenado, se sabe cuál es, cargar contra el tribunal que tiene en su haber razones suficientes, aunque sea precisamente su derecho inalienable al que aluda para su defensa, poniéndole en tela de juicio, dejando fuera toda una serie de pruebas que le incriminan. Es esa la fórmula a la que se aferran, aunque en su interior puedan quedar aparcados los resortes utilizados cuando el poder le asistía y toda la poderosa maquinaria del estado podía estar a su servicio.

Mira por donde, utilizó a un personaje como Gadafi, para poder lograr unos propósitos que, seguramente pensara, nadie salvo una simple información periodística, pudieran dejar en evidencia. Así confluyen en esta historia dos individuos que pretendían ponerse el mundo por bandera, pensando que nadie sería capaz, desde dentro, hacerles sombra.

Siempre fui admirador de aquella República, la francesa, que siempre ha sabido situar a cada cual en su sitio, seas labrador o presidente, taxista o funcionario de prisiones. Precisamente serán estos quienes custodien en adelante sus días, hasta rebajar del todo su soberbia.         

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