Marruecos se asoma al futuro dispuesto a comérselo, por las buenas o por las malas. Su juventud está tan harta que les importa un bledo arriesgar su físico con tal de arreglar su situación, que empieza a ser desesperada. Todo el avance experimentado en los últimos años, no ha servido demasiado a los intereses de los más jóvenes, que ven pasar el tiempo sin que se produzcan cambios en su modo de vida.
Quien haya pasado por allí, en estos años atrás, coincidirá conmigo en que el país ha pegado un salto cualitativo, pero no se ha traducido en mejoras para el pueblo llano, más bien para la clase dirigente, que campa a sus anchas imponiendo sus leyes y gozando de impunidad, en su atrevida marcha a galope por la corrupción, sin tener que dar cuentas a nadie.
La emigración que no cesa, la vulneración de derechos que impide su desarrollo, deja a los más jóvenes en situación precaria, por lo que creen llegado el día de poner las cartas boca arriba, asumiendo el papel que les corresponde a la hora de exigir el trozo de tarta que se les niega, empezando por ese rey ególatra que vive recreándose en su función soberana, sin ofrecer el mínimo de empatía hacia los suyos.
La Primavera Árabe que les pasó de refilón allá por el 2011, les hizo a los gobernantes pasar de puntillas, ofreciéndole al país determinados aspectos diferenciados del resto de países implicados en ella, aunque quedó aparcada, para más adelante, la renovación de bastantes aspectos. Creo que sea motivo por el cuál se estén ofreciendo ya, sin pausa, las reivindicaciones aplazadas en su tiempo.
El mundo árabe, en general, atraviesa por momentos en los que tendrá que decidir su futuro, ya que, si bien hay países que, por su riqueza, generan ambientes de relajación generalizada, otros menos ricos, más dependientes del exterior, que utiliza su influencia como medio de vasallaje, se complacen de seguir las pautas que les imponen desde afuera.
Cuando ni siquiera se molestan por detener los flujos migratorios, dando preferencia al desarrollo del mundo juvenil, nos encontramos ante un gobierno que solo busca imponerse en medio de una corrupción que puede resultar hasta agobiante, bajo el beneplácito de un monarca que se mantiene siempre aislado y a conveniencia de sus propios intereses, diseminados por el mundo.
Ya está bien y parece llegado el día en que hay que adoptar medidas concluyentes para ganarse a unos chicos que están sufriendo demasiado.
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