domingo, 12 de octubre de 2025

Sociabilizar

 

 

 

Qué mejor que hacerlo en las fiestas, cuando se conmemora tanto de lo que se ha podido compartir a lo largo de la Historia. Por eso, una Fiesta Nacional debería ser y servir mucho más que cualquier otro acto señalado en el calendario, sobretodo en un país cargado de historias grandes y pequeñas, acontecimientos notables para recordar o elementos juiciosos para compartir, pero hoy parece que no estemos en el mejor momento de hacerlo, ya que estamos tan divididos que no somos capaces siquiera de hacer un parón para disfrutar y sí de aprovechar para echarnos en cara las diferencias.

 

La imagen, representada con ocasión del desfile de nuestras tropas, tremendamente satisfechas por participar en las distintas formaciones, con la particular ilusión de formar parte de las mismas, contrasta con esos corrillos de políticos que parecen eternamente enfadados por el curso de sus días en liza. Así se nos presentan, quienes deberían ser modelos a seguir por los ciudadanos que les costean todos sus gastos, cada cuál a lo suyo, teniendo muy presente de parte de quién están y a quién obedecen, sin que ninguno de ellos consiga sorprendernos con alguna lindeza positiva.

 

Cuando la ciudadanía no consigue entroncar con la política y recela, sin poder fiscalizar lo que desde las instituciones se hace en su nombre, entramos en ese estadio en el que, a falta de algo productivo, la cosa degenera en mensajes cruzados de odio, que no se terminan de erradicar, sino que van en aumento. De esa manera, las estrategias caminan en sentido contrario a sus intereses, siendo la partidocracia  la que triunfa, en detrimento de lo general. 

 

No se consigue, por tanto, hacer de la fiesta el elemento vivo capaz de movilizar el sentimiento patrio sino, bien al contrario, exacerbar razones espurias que solo conducen a la división generalizada, donde la anarquía se alza como primera fuerza contra lo colectivo, contra aquello que una vez sirvió pero ahora parece ser detestado. No se encuentran motivos para celebrar, cuando en el ambiente está flotando la desconfianza en quien puedas tener delante de ti, sin saber muy bien cómo piensa y qué intereses le mueven, aunque tengan muy poco que ver con lo que le sería más grato.

Desde luego que amamos al país en que vivimos, aunque debiéramos hacerlo por lo que representa a cada cuál en su vida diaria, con sus satisfacciones y disgustos, haciendo causa aparte con lo que nos ofrecen sus dirigentes, poco dispuestos a darnos, por el contrario, lo que de todos ellos esperábamos.

Y no estoy hablando del nacionalismo trasnochado y casposos, sino del literal que se fundamenta en todos los logros conseguidos hasta el momento, y por todos los que los han hecho posibles, sean o no nacionales y de sangre.    

 

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